lunes, 16 de julio de 2018

HOMBRES DE ROJO: HÉROES ANÓNIMOS EN ACCIÓN





POR: Verónica Lachira Porras
Era una tarde templada, cuando estábamos ya listos para seguir con nuestra labor universitaria. En unión con mis compañeros, queríamos seguir conociendo de cerca a los hombres de rojo. Sí, efectivamente, se trata de los hombres que día a día se juegan la vida, para salvarnos de los inesperados desastres que nos invaden: LOS BOMBEROS.
De pronto, se escuchó el teléfono. Era aquel sonido que usualmente minuto a minuto se escucha en la compañía; de personas que desesperadas, comúnmente llaman para que los auxilien. Y  en ese momento, de esa llamada salía la voz de una persona alarmada por un incendio forestal, que al parecer se estaba desencadenando a la altura de la carrera Chiclayo - Ferreñafe. Y fue en ese entonces que por primera vez, particularmente, pude ver y sentir esa adrenalina al ver a todos en movimiento, y de tan solo pensar, qué es lo que estaba pasando exactamente en aquel lugar mencionado. La angustia sentía que iba invadiendo más y más mis pensamientos. Surgieron muchas interrogantes en mi cabeza, pensaba qué más aún sucedería, si estos hombres no existieran. Ellos al instante entraron en acción, y al mando del capitán, se cambiaron precipitadamente, con la clara idea, que se dirigirían hacia un nuevo reto por enfrentar. De seguro corrían peligro muchas vidas, al igual que la vida de ellos mismo, y pude recordar; que ellos al momento de estar en este trance, nos contaron que el corazón les empieza a latir a mil por hora, porque saben que ayudarán a su prójimo; principal requisito para ser uno más de ellos, pero también tienen presente, que nunca se sabe lo que puede pasar. Sienten la misma angustia, con la que se quedan sus familiares, al momento que ellos se despiden y salen de su casa, para dirigirse a lo que ellos llaman; su segundo hogar.
En ese momento, mi compañera y yo, subimos a la unidad de bomberos, claro, con la sirena a todo volumen. Como nos comentó uno de los hombres de rojo, “Muchas veces los demás vehículos sí son conscientes de nuestra verdadera labor, y podemos trasladarse sin problema, pero también ha sucedido que en lugar de aportar, se han molestado y no les ha importado seguir conduciendo. Porque no piensan que por un minuto que ellos estén estacionados, están también colaborando para salvar otras vidas, que si bien pueden ser, hasta sus familias mismas”. Aún no se sabía lo que encontraríamos exactamente. Y aunque este trabajo ellos lo realizan diariamente; sin importar feriados en el calendario; veía, como reflejaba en sus rostros notoria preocupación. Tal vez no pueda describir qué podrían estar pensando ellos en el transcurso del camino, pero puedo decir, que aquel momento me sentí parte de ellos. Y sé que, para este aguerrido trabajo, son padres, hijos, abuelos, nietos, los que dedican su vida misma, con el único objetivo de mantener salva a la población.
Al llegar al lugar, bajamos todos, pero ya nos habíamos percatado de lo que estaba sucediendo. Se dedujo que por descuido quizá de los mismos aledaños del lugar, las plantas se habían prendido. Ellos empezaron a combatir a su peor enemigo; el fuego. Desde un extremo a otro. Fuimos registrando cada paso que daban. Al finalizar. Se les vio satisfechos por lo que había logrado. “De otro modo, el fuego se habría propagado, y habría abarcado gran magnitud de la zona. Y Sabe Dios lo que habría pasado” Nos comentó una de ellos. Partimos del lugar, para reunirnos con nuestros compañeros, sin darnos cuenta, la noche ya nos había alcanzado.  Algo más me llamó la atención, al subir, la persona que iba conduciendo, nos avisó que nuestros cinturones no estaban bien puestos, o no nos lo habíamos puesto, interesante y gracioso a la vez. Mientras buscaba el error de los cinturones, me preguntaba cómo pudo darse cuenta. Y entre risas, descubrí que mi compañera y yo, habíamos intercambiado el cinturón al momento de insertarlo. Y al ya estar todo en su lugar, un leve sonido que se escuchaba antes, dejó de sonar; era la alarma de los cinturones mal colocados.  Mientras retornábamos a la compañía, nos pudieron contar algo de sus vidas, y lo que significaba para ellos realizar esta labor. Y llegó el momento de bajar. Bajé de la unidad, con otra perspectiva, sentí que en un par de horas, había logrado entender; lo que en años no había podido sentir, ni saber.
Sé que muchos de nosotros, pasamos desapercibidos la existencia y labor, de nuestros hombres de rojo. Y no pensamos que son ellos los que sacrifican parte de su tiempo compartido con su familia, sacrifican su propia vida, y de la mano con la disciplina, son los que mantienen el equilibrio en las dificultades que se nos presentan. Lastimosamente, aún no entendemos el respeto que se merecen, y el apoyo que necesitan. Así mismo, son las autoridades, que también los tienen olvidados. Ellos, quienes son los que necesitan de un equipamiento, no para beneficio propio, sino para nosotros mismos. Sin embargo; autoridades hacen caso omiso a esta problemática que atañe, a nuestros hombres rojos, nuestros HÉROES ANÓNIMOS